En este siglo XXI, la clase de retos a los que nos enfrentamos como especie van a exigir de cada uno de nosotros, entre muchas otras habilidades, el mejor posicionamiento de consciencia, la mayor capacidad de resiliencia y empatía, compasión por toda forma de vida, y fraternidad para poder actuar colectivamente. Todas ellas, cualidades y expresiones de lo mejor que habita en el interior del ser humano. Pero, sin un entrenamiento, reflexión y decisión de acción, no aparecen de la nada, pues son potenciales que necesitan ser reconocidos y encarnados.
El camino interior siempre ha estado infravalorado por aquellos que desconocen lo que se esconde en las profundidades de la existencia. Y
el acceso universal que ofrece el asomarse con una mirada abierta y un corazón pausado, con el soplo ritmado y la mente en silencio, simplemente, reconociendo lo que es.
La espiritualidad forma parte de la vida manifestada, no existe separación posible ni conocimientos complicados, ni rituales esplendorosos.
El espíritu es, en cada partícula de la existencia se expresa y espera ser reconocido, para poder existir, tomando una onda, forma, vibración, dimensión, única y diferente.
La presencia de amor eterno, oculto en lo más profundo del ser humano, espera su despertar en tempos decisivos como este, donde el compromiso por la vida es esencial y lo imposible es indispensable.
Por ello, esta humilde aportación a la capacitación de los comprometidos por la vida, en presentes reveladores como los que vivimos, donde
el Tiempo Vertical necesita ser habitado por el mayor número de consciencias; siendo antenas entre el cielo y la tierra, como hacían nuestros
antecesores, aún no reconocidos, elevándose hacia el Uno.