Todas las islas la Isla. “Al contrario que el de Ulises, mi regreso a Ítaca fue sencillísimo.
La tenebrosa odisea comenzaría después”.
Poco después de la muerte de sus padres, Nadia, alter ego confesa de la autora, viaja desde Tierra Firme a su Isla natal para pasar una temporada y, sin saber muy bien por qué, decide quedarse. Esta decisión irreflexiva y la red de autoengaños que teje para no reconocer que «ha tirado toda su vida a la basura» la sumirán en una espiral autodestructiva que parece no tener fin.
A la par que relata sus encuentros y —sobre todo— desencuentros con familiares, amistades y su amante de Tierra Firme, le escribe largos correos electrónicos a éste, deambula —muleta en ristre— en busca de salidas que no lo son y rememora la última época de sus padres —cuando estuvieron a su cuidado—, la narradora-protagonista reflexiona sobre los mecanismos de la culpa y el duelo, y entabla diálogo con la literatura y el mito para expresar el a-Isla-miento que la estrangula.