Vivimos en una sociedad cainita en la que nos matamos entre hermanos, una sociedad matricial en la que cada pieza tiene adjudicada una celda y a la que será retornada si pretende buscar un nuevo horizonte. Llevamos
años escuchando el «Ángelus», pero ahora las campanas tocan a rebato. El poeta no puede ser arlequín, monaguillo ni comparsa, el poeta debe ser la voz del pueblo, el eco de los silencios, el clamor de los mutismos forzados.
Toque de rebato quiere ser un mazazo sobre el estrado, no es una poesía vestida para la ocasión, es una poesía desnuda, despeinada y furiosa, pero a la vez tierna y acogedora, una poesía que araña y que acaricia, un abrazo
que consuela pero que no te deja dormir. El poeta no concibe el amor como un adorno, sino como la medicina del alma, el alimento del espíritu, la razón para seguir viviendo. Amigo lector, te dejo un torrente de poemas espumosos, sonoros y furiosamente libres; que sus campanadas te levanten de esa tumba en la que nos quieren prisioneros en vida.