Una mirada desde lo universal que encuentra refugio en la excusa de lo personal. El recuento de sombras recurrentes, pasadas y futuras. Ese acercamiento desencantado a la realidad que se escapa deprisa, para reproducirse otra vez más adelante. Tal vez la despedida, larga y serena, que reescribe el relato del camino, cada huella grabada en la ansiedad del tiempo. Es la tarde sentada a la orilla del río donde se sumió el agua. El andamio de sueños que apuntala las paredes del aire. También a ratos, la llama que se enciende con el olor a gasolina.
Así debió de construirse la trama y el recorrido de estas páginas, pero, sinceramente, no lo sé. Y tampoco quiero saberlo, por supuesto.