Trazos desordenados de un sexagenario define con claridad la intención del autor, que no es otra que la de dejarse llevar por observación de pequeños detalles cotidianos salpimentados con dosis de humor y fantasía.
Si bien las páginas iniciales podrían catalogarse como microrrelatos, sus relatos finales contienen trazos afinados de escritura erótica y náutica.
La obra está pensada para abrirse por cualquiera de sus páginas o para sumergirse y leer de un tirón sus entretenidas líneas.