Mientras Camila reposa en su mecedora, un pequeño mundo de figuras de plomo cobra vida a su alrededor. Viuda reciente, la precaria situación económica de su hacienda la obliga a agudizar el ingenio para encontrar un medio de subsistencia. En paralelo a los problemas reales, que resuelve con brillantez y la impagable ayuda de María, su fiel sirvienta, transcurre la suerte imaginada de su esposo, atrapado en un campo de batalla diminuto pero sangriento.
Lo poético y lo costumbrista se entremezclan en este peculiar ejemplo de realismo mágico local. Situaciones esperpénticas, humor delirante, episodios cargados de emotividad bajo los que aflora un alegato contra el sinsentido de las guerras y la brutalidad del ser humano. La sensatez de María se contrapone a la sofisticada demencia de Camila, y el resultado es un desfile de situaciones y personajes rocambolescos que conjuran al diablo, se embriagan con el beneplácito del santo patrón y manejan los hilos de una contienda heroica.