Es un testimonio real, sincero, con un lenguaje sencillo, en el que describo mi evolución personal, como en un principio me negué a aceptar el hecho de tener un hijo autista y que junto otros pormenores de mi vida me llevaron a un callejón sin salida, a una situación extrema, hasta terminar aceptando la situación y darme cuenta de que el autismo de mi hijo es una condición neurológica y que, trabajando juntos, nos ayudaría a ambos a afrontar todos los desafíos que se nos plantearan. Así lo hicimos y acabamos disfrutando de «este viaje» que es la vida. Toda una experiencia enriquecedora con sus matices. Días duros, otros menos y hasta divertidos.