“Se necesita toda una vida para comprender que la vida es un instante, un suspiro”.
Leonardo, un hombre que afronta la última etapa de su vida, se encuentra cara a cara con su pasado en forma de recuerdos que ya creía olvidados y que lo trasladan hasta un pequeño pueblo de la Costa Brava, a los veranos de 1960 y 1961, cuando conoció a Valeria.
El descubrimiento del amor como algo complejo e indomable. El mágico sabor de las cosas que se hacen por primera vez. Amistad, dolor y alegría se entremezclan con las dificultades de una época en la que todo parecía pintado en blanco y negro.
Aquel verano de 1961 fue para Leonardo el final de una época y el final de muchas cosas.
“La esencia de los momentos vividos permanece aferrada a los lugares en los que ocurrieron, las voces de la gente que participaron en ellos rebotan por esos lugares burlándose del tiempo, como una risa fantasmal. Por ese motivo, siempre regresamos a donde un día fuimos felices. Sin embargo, al echar la vista atrás, sólo vemos sombras e intentamos recrear aquellos instantes teniendo la ilusión de vivir de nuevo lo que vivimos entonces, pero no es más que un espejismo. Es entonces cuando el corazón se nos comprime en un latido al comprender que el pasado jamás regresa”.