Requerir de alguien vulgar, en el mas amplio y elegante sentido del termino, una sinopsis y una biografía, como si se tratara de una ilustre figura que haya destacado en alguna de las innumerables facetas de la personalidad humana, es, en mi caso, tan absurdo como intentar explicar un chiste gracioso a alguien carente de todo humor. Simplemente porque sinopsis y biografía se confunden en su pequeñez y falta de interés para cualquiera, ya que todos, en mayor o menos medida, hemos vivido vicisitudes similares. Estas cambian únicamente por los pechos que las han soportado, como diferentes son entre si todas la cosas acariciadas por el maravilloso y único mundo de la vida.
Reducir la vida de un hombre a un conjunto de datos es algo profundamente aburrido y carente de chispa. Lo verdaderamente interesante son los acontecimientos que lo rodean, esos que le resultan imposibles de controlar, y que, a través de sus ojos asombrados e impacientes, desfilan por los años, lustros y décadas como una serie de eventos transformadores. Es esa sensibilidad pura, ese milagro que todo ser humano posee, como posee su propia carne, la que inevitablemente envejece.
Un mismo acontecimiento es capaz de suscitar todo tipo de valoraciones y, al pasar por ellas, se convierte en una multitud de significados, siendo en su origen algo único e indivisible.
Si algo debo destacar de mi obra, no tiene relación con alguna presunta calidad literaria que pueda poseer – pues no soy quien para juzgarla en ese sentido-. Más bien, quiero subrayar la espontaneidad, nostalgia y sinceridad con la que ha sido escrita, con la esperanza de que, en su humilde recorrido, encuentre sensibilidades afines con la que pueda identificarse.
A los posibles lectores, solo les bastará un leve vistazo a sus páginas para que toda la obra se revele, sin necesidad de enroscadas elucubraciones teñidas de un intelectualismo que, por supuesto, está demás en una obra de tales características.
Santiago Fernández Rodriguez – Santi