¿Cómo palpita la vida en un pueblo donde apenas quedan veinte vecinos? ¿Cómo reviven los sueños de aquellas épocas en las que trasnochaban con el rasgueo de las guitarras por esas calles que ahora están en silencio? ¿Está condenado a desaparecer como ya lo han hecho otros caseríos cuyos restos yacen por estos campos? ¿O queda todavía un retallo de esperanza? ¿Algo por lo que luchar para no ser un solo recuerdo en la memoria de los que por allí pasaron? Las páginas de Una vida retirada narran lo cotidiano de esta pequeña aldea llamada Inazares en el corazón de un valle rodeado de serranías pardas y un «confín brumoso que desvanece la raya fronteriza entre la tierra y el cielo; ese cielo sin contaminación lumínica y el más limpio de toda la península ibérica según la NASA; ese cielo que cobija y ampara desde siglos como una carpa azul abovedada a este pueblo que no quiere desaparecer». A lo largo de todo un año, los protagonistas recuerdan viejos tiempos en que había mucha más gente en los hogares, en los caminos y en la escuela, hoy ya sin niños. A veces les embarga la melancolía de ser quizá los últimos. En una tarde de invierno y de lluvia en torno a la estufa del Salón Social; en una mañana soleada de primavera en un paseo por la huerta; en una noche estrellada de verano cuando ríen y juegan por las callejas sus nietos, herederos de esta tierra, y los hijos de los veraneantes, forasteros enamorados de este «rincón típico». A veces, a los protagonistas también les embarga la esperanza de quizá no ser los últimos. Desde hace dos décadas han visto cómo cada vez les visitan más turistas que se alojan en las casas rurales. En Inazares encuentran una vida retirada. Un sencillo paraíso natural donde hallar la paz y el remanso lejos del mundanal ruido. «Las casas rurales le dan vida al pueblo. Si no fuera por ellas, estaría hundido, no habría nadie», repiten los vecinos como una letanía de salvación. Con el deseo de que continúe la historia de su pueblo y nada se retire cuando ellos ya no estén. Cuando nadie diga que fueron los últimos.