No, no, no. El mundo no puede pararse, no puede caer en el conformismo, en abrazar lo conocido como si no hubiera nada mejor. El mundo está hecho para cambiar, para transformarse, para trascender. Hasta el infinito y más allá.
Es por eso que, en estos días de decadencia revolucionaria, me veo en la necesidad de hacer algo a lo que volver, algo para recordar y tener una casa para cuando los pocos que quedamos en este mundo que estamos dispuestos a luchar conscientemente por un lugar diferente, no nos sintamos perdidos y sin esperanza. ¿Y qué mejor que un libro para ello?
Pero, sobre todo, es un libro para recordar que es posible cambiar el mundo si lo hacemos unidos. Que la Tierra puede ser el cielo si queremos. Y lo será si nos despertamos de este extraño sueño al que estamos llamados, el sueño americano, llamado individualismo.
Porque no somos individuos, somos una sociedad, y cuando empecemos a actuar como tal empezarán a mejorar las cosas y comenzaremos a ser realmente felices.