Parece mentira que le mire y no sea aquel hombre que conocí, que sus zapatos sean lo único que ahora deja huella en mi vida… Acurruqué mi alma inquieta para dormir recordando cuando él me llamaba de madrugada despertándome de letargos, de insomnios, de noches con luz, de días a oscuras… Dándome ese aire que se consume como el cigarro de cualquiera. Soltar mis alas justo después de escuchar: “¡Reina! Espera!” Y sentirme del viento. Del que siempre quise ser. Guardo estas cartas debajo de la cama, soñando verte renacer. Leyendo cada noche los versos que dejamos por escrito, los besos que no nos dimos, el café de nuestras mañanas, el tacto de tu piel. Cómo empecé a ser lo que soy, saliendo a bailar bajo la lluvia, llorando de emoción porque la brisa me despeina. En este libro guardo lo que te dije pero nunca puedo ser. Atentamente, Te quiere, Reina.