El chascarrillo tan usado «cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia» viene a colación en este relato. Como también, el no menos conocido y usado: «la realidad, a veces supera a la ficción». Sí, ambos conceptos, ambas realidades o no, están presentes o ausentes en este relato y corresponden a los lectores que tengan a bien meterse en él, discernir cuanta realidad o cuanta ficción se encuentra en él. Para algunos, todo lo relatado será real, para otros, no tanto. En esto consiste la vida, en percibirla de diferente manera según el prisma con la que se la mire, según con los ojos con los que se la ve.
Por eso, el lector podrá ver en el relato Vida y Milagros…, más vida o más milagros. Dependerá de su prisma, de sus ojos, de su manera de ver y entender el mundo. El lector podrá encontrar milagros, podrá encontrar vida, pero, sobre todo, lo que el Destilador Justiciero quiere es que el lector se meta en los relatos y los haga suyos. Que por unos momentos piense que podía ser él quien los viviera, los disfrutara, los llevara a cabo. Y si, además, consiguiera que esbozará una sonrisa, una carcajada, el Destilador se daría con un canto en los dientes; no literal, pero casi.
Anímense y lean Vida y Milagros. Descubran cuánto de vida y cuánto de milagro hay en la obra. Y sobre todo, y para terminar, gracias de todo corazón a los que el relato les haya conseguido atrapar…