Estamos tan acostumbrados a que los demás nos den el valor de lo que creemos ser que no nos damos cuenta que esto nos hace ser absolutamente dependientes.
Vivir sin zanahorias podría también llamarse Vivir sin ser dependientes de este mundo. ¿Cómo? No hay un cómo. Siempre buscamos un cómo y en el cómo nos perdemos porque volvemos a darle el poder al cómo, a algo externo.
La libertad está más allá de los pensamientos, de lo que creo que es y de cómo creo que deben ser las cosas.
La familia, el trabajo y el espacio que dedicamos a nuestro tiempo libre son las tres zanahorias más importantes donde buscamos aquello que es difícil de encontrar.
Hay un mundo lleno de posibilidades más allá de nuestras creencias. Este campo cuántico al que le podemos dar el nombre que queramos, la Fuente, Dios, Buda… está siempre expresándose, sin embargo, al estar tan identificados con nuestros pensamientos no podemos verlo, ya que lo que vemos es precisamente lo que ya conocemos.
«La paz y la individualidad son incompatibles. La paz no tiene lenguaje y la individualidad se expresa mediante el lenguaje».
«No puedo amar nada si no miro la idea que tengo de ello y el valor que le doy».