Cuando unos padres sienten que ya no pueden más, solo tienen que hacer una cosa: mirar a sus hijos a los ojos. Así se darán cuenta de que son capaces de luchar contra todo y contra todos. No nos rendimos hasta verles sonreír de nuevo. Y, cuando el libro de sus vidas se cierre, descubrirán que el capítulo más hermoso han sido sus hijos. Son la razón por la cual nos hacemos más fuertes, aunque sigan siendo nuestra debilidad. Llegan a nuestro mundo para enseñarnos cómo amar a alguien más que a nosotros mismos. Teníamos muy claro que queríamos ser padres a toda costa. El destino nos fue poniendo trabas en el camino, pero aun así nos convertimos en familia numerosa, algo de lo que nos sentimos muy orgullosos. Es de lo único en esta vida de lo que somos capaces de presumir, del amor hacia nuestros hijos. No importa lo que hagan o lo que digan. La vida nos va enseñando que al final siempre estaremos ahí para intentar apoyarles en lo que necesiten. Nos ha tocado lidiar con varias enfermedades a la vez, de las que día a día intentamos salir victoriosos.