La guerra había finalizado el 1 de abril de 1939, y muchos de los hombres republicanos no volvieron a sus casas: unos porque habían muerto, y otros porque estaban presos. En las casas no queda qué comer, y Cuesta tiene que abandonar a su hijo con unos meses, dejándolo con una madre inválida y una hermana adolescente, para buscar el pan en la ciudad. Cuando, pasado un año, vuelve a ver a su hijo, el niño no la conoce y el alma se le parte en dos. Pero no se puede permitir quedarse a su lado y regresa a su trabajo. A partir de ese momento, centra su vida en buscar la forma de volver con su hijo. El proceso se precipitará cuando su madre muere un año después y ya no puede seguir dudando. Buscará un matrimonio que le dé un padre a su hijo, y eso será un error que arrastrará el resto de su vida. Ha encontrado un padre para su hijo que lo trata con todo el cariño y a ella la ama de verdad. Pero el fantasma de su primer marido no le permite disfrutar de lo que tiene y arrastrará a su familia a la infelicidad.