Un compromiso ineludible hace que Isabel viaje de Barcelona a Paris. Allí le ocurre un hecho paranormal: inexplicablemente, se traslada en el tiempo y aparece en la población de Arlés, en el mes de agosto de mil ochocientos ochenta y ocho. Isabel conoce al pintor holandés Vincent Van Gogh y entabla amistad con él, y poco a poco ese trato derivará en un estado de mutuo afecto. En esa relación nacerá un episodio sentimental, por lo cual llegará a descubrir una faceta dulce y humana del pintor: lejos está todavía de dar señales de la esquizofrenia que más tarde sufriria. En un viaje a la ciudad de Aviñón, el azar la lleva a descubrir la fotografía de una muchacha idéntica a su bisabuela. Esa casualidad la conducirá a la situación más insólita que haya podido imaginar: la llevará a relacionarse con sus antepasados.