Actriz, modelo y escritora, Maybelinne Saint-Pere (Lima, 1985) hace de la expresión artística su hábitat natural. En su primera novela, vuelca todo un mundo interior con una fuerza arrolladora y absolutamente personal. Habla por la piel, y su literatura exuda libertad, aunque sea la protagonista prisionera del recuerdo y del dolor. Tiene en prosa la angustia kafkiana, pero encerrada en un laberinto de pasiones; y cuando trasluce el amor, este es descarnado y golpeado con la misma soledad que en Nada, de Carmen Laforet, traicionado por la mente ilusa de querer cambiar lo irremediable.
La autora escribe disonante, arrítmico a veces, marcada por altibajos de conscientes latidos interrumpidos y acelerados inmediatamente después de forma compulsiva. «Vivo sin vivir en mí», se dice a sí misma sin mística, también ajena a la realidad como la entendemos, más cerca de lo onírico y de la ensoñación que del realismo mágico.
Deslavazado e intencionado, con su estilo sui generis, Maybellinne Saint-Pere logra atraer al lector a una particular fusión de explosión de sentimientos y de vocabulario, latinidades destiladas en un verbo y lirismo únicos.
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