Haciendo de la necesidad virtud, un tipo que es consciente de que se expresa con mucha más precisión escribiendo que hablando, aprovecha un confinamiento para mostrar cómo es, relatando unos viajes que han ido, entre otras circunstancias, conformando su forma de ser, de sentir, de pensar, de ver y de vivir. Como en todo camino iniciático, en los viajes se plasma una personalidad y se forja un carácter.
Lo que haces, te hace. Así como viajas, así eres. Las experiencias vividas, las sensaciones, las anécdotas, los pensamientos, las ideas que surgen, los temores, lo bueno y lo malo de todo camino, son el cincel y la maza con los que se va tallando la piedra de la personalidad.
Es pues, este, el relato de parte del proceso de talla de una piedra que no es otra cosa que el propio narrador, que se revela a cada paso del camino y nunca termina de pulir.
Soy donde fui
no es un libro de viajes porque, justo a su término, el autor advirtió que una constelación en una piel definían la ruta de su verdadero viaje vital, como una mágica carta astral de exploración donde se unen todos los caminos; no es una autobiografía porque para ello ha de nacer con voluntad de serlo y esto se acerca más a un humilde cuaderno de bitácora emocional; no es un relato epistolar porque son conversaciones que versan sobre claves y enclaves, que no esperan respuesta de destinos ni destinatarios.
Soy donde fui es el mapa vital de un viajero. Es el diario de abordo que pone palabras a lo que sintió allí donde fue; el atlas infinito y sin brújula de un relato que quiere compartir.