En esta última, su novena novela, Diamantes de sangre (Operación Europa), nos narra una interesante investigación, sobre los diamantes, llamados diamantes de sangre o de guerra, ya que su venta ilícita se utiliza para financiar guerras; empleando para su extracción esclavos o personas en régimen de semiesclavitud.
En 2003, la ONU aprobó el Proceso de Kimberley, un sistema basado en un certificado que demuestra que el diamante es bueno, y además permite controlar las exportaciones e importaciones de diamantes brutos. Es decir, obliga a todos los países productores, a controlar la producción de esta gema y el transporte de la misma, hasta el lugar de exportación.
Solamente Canadá había considerado este proceso y se presentaba en el mundo como un proveedor favorable de «diamantes limpios»; pero nada más.
La cláusula de garantías del Proceso Kimberley es el sistema que garantiza al consumidor que los diamantes que puede adquirir o que ha adquirido en su joyería no proceden de países o zonas de conflicto bélico, como son los llamados «diamantes de sangre».
Con estos argumentos, desarrolla una trama de investigación a través de un comisario español, el gran comisario Molina, personaje imaginario,
creado por él, para, a través de Europol, conseguir entrar de lleno en la investigación y llevar la acción a una zona muy característica de China, como es la isla de Hong Kong, donde el comercio ilícito de esta joya está a la orden del día, para intentar eliminar esa anómala situación.