Desde el alba de los tiempos, Dios es un enigma. A veces considerado como un concepto nacido de la mente del hombre. Adorado por unos cual ídolo objeto de un afán místico alentado por las religiones.
El autor, fuera de cualquier iglesia, fue a buscar a «Dios» con la razón y la realidad científica. Cuál fue su sorpresa cuando descubrió la existencia viva y concreta de Dios en los mismos escritos de la Biblia.
Todo empezó con una recomendación bíblica: «creer en lo que no se puede ver». El concepto es, por lo menos, arriesgado. Ya decía Santo Tomas «si no lo veo, no lo creo». Los mismos científicos, a lo largo de la historia, tardaron en admitir la existencia de los microbios, los virus y los priones que no podían ver. Es que no se podían ver con los ojos. Les faltaba el instrumento adecuado para ver lo infinitamente pequeño.
Pues con Dios ocurre lo mismo, no se le puede ver porque la vista no es la herramienta adecuada para ello. El autor desvela quién es Dios y dónde se encuentra, sin más misticismo o fe del carbonero, sino con conceptos científicos o seudocientíficos.
Del mismo autor se publicaron obras en francés y en castellano. Todas orientadas a dilucidar el enigma de lo que los hombres llaman «Dios» sin realmente saber qué es o quién es.
Para responder a esta preocupación, el autor estudió diversas religiones y llegó a la conclusión de que, si Dios existe, se manifiesta a través el hombre. Pues si Jesucristo es hijo de Dios, sin embargo, fue sobre todo hijo del hombre. También Buda o Mahoma, profeta cada uno de su propia religión, fueron hijos del hombre.
Obras editadas en francés:
— Si la Bible m’était contée
— L’Humanité n’est pas seule face à son destin
— Le Seigneur des Avatars
Obra en castellano:
— La Humanidad no está sola frente a su destino