Era domingo, en una mañana de invierno nació Rosa M. Guillén Rodríguez en Madrid, a quien todos conocen como Rosi. Fue un bebé muy tranquilo, eso decían sus padres, hasta que puso los pies en el suelo. Empezó a descubrir el mundo y aún está en ello. Tuvo dos hijos, Pablo y Marta, con los que no paró de aprender. Creció con ellos y entendió la vida de otra manera, desde el respeto y el amor en libertad.
Lleva treinta años trabajando como educadora infantil y se siente afortunada por estar en el lugar acertado con las personas adecuadas, siempre aprendiendo y reconociendo el trabajo de los niños y niñas. Gracias a todos y todas, ella pudo dar vida a los personajes de este cuento, ofreciéndoles una pincelada para ayudarlos a ver el mundo de otra manera.
En el mundo de Rosi nada pasa desapercibido. Cualquier objeto renace en sus manos. Es creadora y disfrutona. La música, el dibujo, la naturaleza, cocinar para sus familiares y amigos y reír son sus grandes aficiones. Le apasionan los animales, tiene dos perros: Trasto y Lua, que son parte de su familia.
Aun siendo madrileña, su paraíso se encuentra en Sanabria, donde la naturaleza le aporta grandes dosis de inspiración.