Me nacieron, como a Clarín, en un pequeño pueblo de la provincia de Zamora. Mis padres fueron unos humildes agricultores que con mucho trabajo, inmenso sacrificio y grandes penurias económicas lograron sacar a sus cinco hijos adelante. Asistí a la escuela del lugar hasta que un religioso me reclutó como postulante de su congregación. Cinco años permanecí en la institución y, una vez conseguido el título de bachillerato elemental y perdida la vocación religiosa, regresé al pueblo. Como en la capital zamorana solo se podía estudiar Magisterio, me matriculé en la Escuela Normal y, después de tres años, obtuve el título de Maestro de Enseñanza Primaria. Aprobadas las oposiciones correspondientes, comencé a ejercer la profesión docente en mi tierra, para terminar recalando en la Villa de Parla, donde he permanecido cerca de tres décadas. Con la jubilación, han aflorado en mi vida deseos, aficiones y apetencias que dormitaban bajo el manto de las responsabilidades laborales y que, liberado de las mismas, he podido llevar a cabo con mucho entusiasmo y complaciente dedicación. Mi tardía vocación de escribidor me ha llevado a poder expresar mis pensamientos, sentimientos y emociones de una forma sencilla, espontánea, sincera y totalmente libre. Satisfecho este deseo inalterable, me siento optimista, independiente y hasta feliz.