Reciente el peregrinaje por el Camino francés, al autor apenas le ha faltado tiempo para preparar e iniciar otra de las rutas jacobeas que cruzan nuestra Península, la de El Camino Primitivo o Camino Interior, pues es sabido que son muchos los senderos que conducen a Santiago de Compostela.
No es el Camino Primitivo el más conocido, ni el que atesora el mayor patrimonio cultural y artístico, como lo es el francés, pero sí tiene la cualidad de ser el más antiguo. Antes de que legiones de peregrinos procedentes de Francia y del resto de Europa atravesaran los montes Pirineos e iniciaran el camino desde Roncesvalles, gentes autóctonas o allegadas al reino de Asturias, allá por las segunda y tercera décadas del siglo IX, cruzaron las montañas del occidente astur y gallego para visitar al apóstol Santiago, cuya tumba, se dijo, fue descubierta por un ermitaño.
Pero resultaría falso afirmar que el único mérito es ser el primero y más viejo de todos los caminos. La fecundidad y feracidad de los valles o la fragosidad de las sierras, es decir, el bellísimo paisaje, agregan un acervo natural que no tiene parangón. Añádase que las tierras que se pisan, por su ancestral aislamiento, están cargadas de mágicos contenidos, traducidos en un folklore, mitología y lenguas propias. Por último, el valor del patrimonio artístico civil y religioso no es menor.
El autor ha publicado dos libros con la misma temática, Cronistas contemporáneos del Camino de Santiago (2017) y ¿Me equivoqué de Camino? Un Peregrino en el Camino Francés (2018).
Es licenciado en Filología Hispánica y en Derecho. Colaborador en revistas literarias y jurídicas.