Manuel Leandro Serrano (El Cerro de Andévalo, 1945) descubrió pronto la magia de la vida en las historias de los cómics, cuentos, cine y libros.
Y los libros lo llevaron a la universidad, donde se licenció y fue profesor durante algún tiempo; no obstante, su soporte económico fue siempre la empresa, como personal dependiente, primero, y como empresario, más tarde. Después le tentaría la función pública y a ella dedicó 35 de sus 54 años de vida laboral, y de su condición de funcionario dejó algunos libros técnicos sobre tributación y economía.
El concepto fue siempre el referente de su pensamiento, que le hizo pasar por la poesía intimista (no publicada), el teatro (El verano de las furias), ensayo (Entre dioses y bonobos), para recalar en el cine, como guionista y director de una decena de cortometrajes independientes.
Sostiene este autor que al hombre solo le interesan las manifestaciones artísticas sobre los conceptos más primitivos de la humanidad (vida, muerte, bienes, sexo, amor, etc.). Y fueron los clásicos, primero, y autores como Cervantes, Shakespeare o Juan Rulfo, después, los que, en literatura, nos han dicho todo sobre sensaciones, emociones y sentimientos humanos, por lo que al escritor actual solo le queda armarse de ingenio para volver a decir lo dicho, pero de forma que no se le haya ocurrido antes a otro. Consecuente con esta idea, su interés se dirige hacia el lenguaje visual, como instrumento para entablar un diálogo entre el autor y quienes conozcan su obra, que ahonde en los conceptos que sostienen al ser humano o, dicho de otra forma, no cree que tenga que cortejar una «fórmula» para no decir nada nuevo a nadie, sino buscar nuevas aristas en los conceptos de siempre, partiendo de la asociación de ideas, a que lleve el lenguaje visual que propone.