Yan Mirguno nació en 1967 en «la otra España, la que huele a caña, tabaco y brea». Por
allí comenzó a escribir siendo un niño y ganó un concurso, donde le dieron el premio a otro.
Terminó una carrera técnica, pero siguió escribiendo como un hobby. Tras recorrer el mundo por más de cuarenta países, en 2001 se instaló en España; la que huele a olivos, jamón serrano, queso manchego, libertad y vino.
Autoproclamado «ciudadano de la humanidad », se considera librepensador, ignorante,
eterno aprendiz y defensor de los tres pilares básicos de la virtud humana: libertad, igualdad y fraternidad.
Por aquí fue columnista del Extra de Madrid, escribió artículos para varias revistas, y publicó un par de libros.
Sobrevivió varias veces a la muerte. La última, contra el cáncer, batalla en la que aún lucha. Y, entre otras, usó como arma la escritura. Esta obra es uno de sus escudos, y tiene fe en que no será la última.
Morirá en un futuro lejano, rodeado de amigos y en estado de felicidad. No tendrá tumba. Lo encontraran en sus obras, si es que después de esta guerra queda alguna por ahí.