En Filigrana se entretejen la realidad y la ficción, con ribetes de conocimientos científicos y orientaciones pedagógicas.
Los jóvenes protagonistas Elena y Raúl, y otras personas de muy diversa extracción social, narran su visión de una humanidad con notorias desigualdades e injusticias, y los daños físicos, psíquicos y sociales que estas provocan. Condenan la violencia machista, que en España causó en los últimos años más de mil muertes de mujeres y dejó centenares de menores huérfanos.
Y concluyen que si no se desmovilizan o malogran por sí mismos, los movimientos femeninos y juveniles, activos o emergentes en todos los ámbitos mundiales, provocarán el cambio esencial y necesario hacia un modelo conviviente y con equilibrio de poderes que iguale de forma efectiva los derechos de todos los hombres y mujeres, y ponga cerco a las violencias, incomprensibles en una humanidad que se precie de civilizada.
Nos recuerdan que quienes influyeron decisivamente en la historia con sus opiniones tuvieron el deber de globalidad de pensamiento, sin exclusiones. Si desdeñaron y relegaron a la mujer en ningún caso tienen justificación, ni cuando la sociedad de sus épocas les fuera adversa. Si no mostraron un criterio ecuánime, su parcialidad fue cobardía, y a esos efectos su altura intelectual ha de ser cuestionada.