La tragedia familiar ocurrida en la niñez de Ray, ocasionada por la enigmática desaparición de su padre, en una expedición organizada para buscar una vieja mina de oro, dejó en él una marca indeleble, cuyo recuerdo lo persiguió durante su vida. Él siempre recordaría aquel amanecer primaveral de la partida de su padre, en que el cometa Ikeya-Seki, eclipsando el cielo chaqueño, cruzaba majestuoso el horizonte vespertino desplegando su inmensa y flamígera cola. Durante su existencia, Ray vive obsesionado con la idea de encontrar una respuesta al misterio que envuelve la desaparición de su padre y sus amigos. A través de los años y a fin de averiguar datos relacionados con el suceso, realiza numerosas visitas al Chaco, con incursiones al área de la cordillera del Aguaragüe, donde se suponía que desapareció la expedición. Solo un evento fortuito, después de cincuenta años, proporciona la información clave que permitió encontrar la punta del hilo que facilitará, más tarde, el deshilvanar la madeja de los acontecimientos que le ocurrieron a la extraviada expedición. Ray, usando esa información, organiza una nueva búsqueda que lo lanza en el otoño de su vida, a recorrer la intricada y lujuriosa selva del Aguaragüe, donde le esperan situaciones inesperadas y un trágico desenlace.