Dicen que los niños llegan de París, y, como a nosotros no nos gusta mentir, tú llegaste de París.
Con 14 meses, más o menos, tus enigmáticas palabras comenzaban a brotar. Más tarde, ya con 2 añitos, aquellas palabras tenían significado para ti. Sublime imaginación, inocente y lejana para todos los que, como tú, no dispongan de esa, tan necesaria, fantasía.
Aquella inocente imaginación hizo sacar fuerzas de flaqueza, dio luz donde no había nada y fue capaz de encontrar la capacidad escondida, dedicando una sonrisa sincera y motivante.
Gracias a ello te convertiste en mi redil.
Intentar dar forma a tus disparatadas ideas, ingeniosas frases y singulares personajes ha sido un privilegio. Quizás, junto a ti, la odisea más divertida de mi vida. No sé si habré conseguido meterme en tu cabeza; tú me dirás si lo he logrado o no.