La protagonista y narradora nos cuenta su historia junto a su marido, Marco, y sus hijos Mireille y Gilbert. Ella se encuentra en ese delicado punto en que la pasión en la relación y en la vida en general no es lo que era, asumiendo controladoramente más papeles de los que quisiera. Analítica, inconformista, vive cuestionando obsesivamente su sobreabundancia de roles, la soledad e incomunicación en pareja, la tristeza por el desapego de su hija mientras ve crecer la complicidad con el padre, su baja estima respecto a sus cambios físicos, la tolerancia cero a la gente y sus temas superficiales, como al frío estetismo de su elegante entorno. Todo confabula contra nuestra agobiada Superwoman que solo encuentra consuelo en su hijo pequeño, Gilbert.
Lo peor de todo son sus severas y angustiosas crisis de ansiedad y pánico que la asedian sin que ella entienda el porqué.
Sus reflexiones y situaciones cotidianas nos las entrega con crudeza, buenas dosis de ironía, humor negro y abundancia de metáforas. Como una catarsis para encontrar respuesta a su insatisfacción, la protagonista escribe una novela. Ambas historias, la real y la ficticia, discurren paralelas y no es hasta el final que descubrimos ese paralelismo entre los dos recorridos vitales, cuando un aciago suceso se desata, se mezcla y ofrece al lector la visión general que le faltaba para que las historias tomen un sentido único. La evolución del argumento empieza con un aspecto trivial y divertido y a medida que la historia avanza va adquiriendo tono de suspense de novela negra, hasta llegar poco a poco a una devastación moral que oprime el alma.
La primera mitad del libro refleja a la perfección la vida habitual y espiritual de la mujer del siglo XXI que fue criada para ser infalible y podérselas con todo. Un buen reclamo, una fuerte contestación del público femenino. Como mujeres trabajadoras, esposas, madres, nos sentimos plenamente identificadas con esta historia imprevisible y real, abanico de emociones que va de la diversión al horror, pasando por la gran identificación femenina con la protagonista.
«Pasado el sueño post-coito vuelven a pasearse como turistas por nuestra emoción».
«Como si la felicidad la garantizaran sillas y sillones, mesas y mesitas, que en inventarios de una existencia en común son solo palos y objetos que no rellenan silencios».
«Ojalá no sea tarde y pueda detener la orfandad incurable que bordé en su alma».
«Me siento un pulpo… y le duelen los tentáculos al pulpo…»
«Nuestra calle, maqueta estética y estática, hasta los perros bostezan de sueño».