Nace en Lalín, en 1951, hijo de la guerra civil española y de la segunda guerra mundial, en un tiempo triste y desolado por la victoria franquista. Sufre en sus carnes de niño la represión cultural, sexual y emocional, impartida por falange, curia y enseñanza y demás guardianes del sistema del terror. Asiste a la escuela hasta los diez años, pasando la mayor parte del día castigado, en un rincón del aula, por su cerrazón a aquel tipo de enseñanza. Allí va a descubrir los poetas del siglo de oro, del romanticismo, de la literatura española. Al estar tanto tiempo en clase, ya que casi siempre entraba a las 9 de la mañana y finalizaba el estudio al acabar el día, muchas veces sin comer. En esas horas de la tarde, en que asistían a modo de pasantías los que cursaban bachillerato o preparaban oposiciones a magisterio, desarrollaban en la pizarra y en la misma aula, sus clases de literatura: allí sonaban a sus oídos los sonetos de Lope de Vega, las rimas de Bécquer, las coplas a la muerte de su padre de Manrique, la maravilla resonante de la vaquera de la finojosa… aquella era su hora gozosa de clase, la que no era para él. Sus primeras declamaciones poéticas fueron con el descubrimiento de la regueifa, que le sorprendió de niño declamando en voz alta con sus hermanos, ahí fue donde reconoció la poesía como forma de lenguaje. Y así, en su interior sintió nacer la lírica, resonando entre sus carnes, mezclándose en la saliva, sirviéndole con su boca, dejándola que ella diga a través de mi persona. Haga, diciendo palabras vivas…