Mi nombre y apellidos, blanco de linchamiento periódico, intermitente, a rachas y desde hace décadas en los medios (nacionales
y extranjeros), no precisan tal vez, a juicio de algunos, de presentación ninguna. En el prólogo a este libro, de mi amigo Antonio Parra Galindo, se hace alusión a mi gesto de Fátima, de mención insoslayable sin duda en la presente edición.
Han pasado ya más de treinta años de aquello. Asumí y sigo asumiendo aquel gesto de protesta que me valió como bien se dice en el prólogo cárcel y expatriación, y a añadir, una pena de infamia en la práctica que arrastré desde entonces y que es algo inexistente –en teoría, por propia definición- en democracia. Llevo ya más de veintisiete años residiendo ininterrumpidamente
en Bélgica donde desde el principio de mi llegada –el 11 de marzo de 1987- traté de integrarme en la vida civil, lo que confieso no haber conseguido nunca del todo. Me casé en Bélgica, me divorcié años más tarde y tengo un hijo de veinticuatro años de edad con la doble nacionalidad belga y española. Llevo ya más de diez años interviniendo a diario en la red, a través de blogs y blogosferas, y de foros de discusión digital españoles, siempre con mi nombre y apellidos. El libro que aquí se presenta fue en sustancia fruto de una tesis de doctorado en la Universidad Libre de Bruselas, que no llegué a poder defender por culpa de la ley de la Memoria Histórica, de fuerza vinculante en las universidades extranjeras como lo pude comprobar yo mismo a mis expensas.
Y la identidad del padre biológico de Umbral era un secreto a voces, que no se cansaba de pregonar (entre otros) Ángel Alcázar de Velasco, al que no alcancé a conocer pero del que oí no poco hablar en mis años de militancia falangista en la Universidad (a finales de los sesenta)